28 ene 2014

Manuela Suspiros y la confusión de palabras

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando se acuerda de algunas confusiones con las palabras.

Una tarde de sábado, la madre de Maquiavela y La Suspi llegó de pasear a su fiel perrita. Venía desencajada y algo nerviosa.

¡Ay, hijas! ¿Os acordáis de fulanita, la dueña de Happy?

Manuela Suspiros había oído hablar de muchos dueños de perros, resultándole casi imposible ponerles caras a todos.

Pues resulta que tiene una enfermedad nórdica.

¿Una enfermedad nórdica? ¿En qué consistirá? Por la cabeza de Manuela Suspiros pasaron a toda velocidad varias imágenes de posibles enfermedades originarias del norte: fiebres altas, nariz roja, pegajosos mocos verdes, posible congelamiento de la masa cerebral, tos ensordecedora. Nunca había escuchado nada acerca de esa rara enfermedad nórdica que atacase con virulencia a los descendientes de los vikingos.

A ver, mamá –A Maquiavela le empezó a llegar una luz Explícanos en qué consiste esa grave dolencia.
Estoy muy preocupada, seguramente la tienen que operar.
¿Cómo que la tienen que operar?
Por lo visto le tienen que meter un balón en el estómago, para que deje de comer o algo así.
¿Un balón en el estómago? A ver, ¿tu amiga es muy grande, mamá?
Pues claro. Por eso tiene que operarse, para no coger esa enfermedad nórdica.
–¡Ay, mamá! Que tú estás hablando de la obesidad mórbida, no de la enfermedad nórdica.
Pues eso hija, pues eso.

Maquievela y Manuela Suspiros se echaron a reír, dando las gracias por la no existencia de una enfermedad contagiada por los nórdicos.

En otra ocasión, su amiga La Glamour tuvo tal confusión con las palabras que pasó mucha vergüenza. Se encontraba enseñando unas oficinas a un cliente, y todo era ruido. Teléfonos sonando, ordenadores al rojo vivo, papeles apilados en las mesas, trabajadores hablando. Vamos, una oficina muy activa. El cliente estaba muy contento de ver tanto movimiento, buena señal para el negocio. Subieron en el ascensor a otra planta, y a La Glamour no se le ocurre otra cosa que decir: “Como puede usted observar, aquí trabajamos a polla fija”. La Suspi nunca supo en qué diablos estaría pensando su amiga. La vergüenza fue mayúscula, reflejándose al instante en su pálido rostro, que enrojeció en un santiamén. No supo qué decir. Atrapada en un corto espacio con un posible cliente, los segundos se hicieron eternos y el silencio, tenso. Gracias a que el caballero sonriendo le contestó: “A piñón fijo, quería usted decir. A piñón fijo”. Ambos se fundieron en una sonora carcajada.

Un viernes por la mañana, Maquievela andaba haciendo gestiones por la zona de los bancos, cuando se le acercó una veinteañera muy bien vestida y con unos elegantes tacones.

Disculpe, ¿Sabe si por aquí cerca hay un Bar Gay?

Maquiavela puso cara de póquer. ¿Un Bar Gay? ¿A las once de la mañana? Bueno, pensó, por aquí cerca habrá alguno. 

Por esa zona solo había bancos, aunque ella no descartaba que hubiera algún bar de esos que duran hasta el mediodía abiertos. La joven, al ver que Maquiavela había entrado en estado de shock le repitió la pregunta.

Pues no lo sé le contestó extrañada creo que por aquí no hay ningún Bar Gay.
Perdona, creo que no me has entendido bien. No busco un Bar Gay, busco un Barclays. Un banco Bar Clays –le repetía a cámara lenta comos si estuviera sorda.

Se descojonaron. Maquiavela pudo señalarle donde estaba el banco en cuestión  entre lágrimas de risa.

Otra confusión de palabras vino (una vez más) de la mano de la madre de La Suspi. Se conoce mucha gente variopinta paseando a los perros.

Ay, hijas. Hoy me he encontrado a la dueña de Dana. Qué disgusto, le tienen que poner una próstata en la rodilla.
¿Una próstata, mamá? En la rodilla…
Sí, hija, sí. Con los años la rodilla se le está desgastando.
–Será una prótesis mamá, una prótesis. No una próstata.

Poco iba a hacer una próstata para recuperar una rodilla carcomida por los años. En fin, así son las madres.

Manuela Suspiros y Maquievela se lo pasan en grande con las ocurrencias lingüísticas de su madre. Le gusta llamar “Draculines” a los Drag Queen, “Michu Puchi” al Machu Pichu, Austria a Australia, le cambia los nombres a los actores de cine o te dice que aquel malo se va a ir al invierno (que no al infierno) de cabeza.

Seguro que más de una vez habéis confundido las palabras, o tenéis la suerte de tener una madre que lo pone todo al revés.


Ilustración: Rocío Ferrete Marchamalo