19 may 2010

MANUELA SUSPIROS Y EL CUARTO MANDAMIENTO SOBRE LOS MÓVILES

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda la cuarta cosa que no debes hacer con un móvil.

De sobra es conocido por todos que a Manuela Suspiros le encantan las nuevas tecnologías, y desde que lo vió, se quedó prendada de él. Fue amor a primera vista y desde ese momento, no le quitaba el ojo: pantalla táctil, conexión a internet, aplicaciones varias... Todo un mundo por descubrir. Se enamoró locamente del "Iphone", uno de esos amores que te obnubilan el cerebro y hacen que la vista se nuble, y no tengas ojos para otra cosa. Toda su energía estaba concentrada en aprender su manejo y comprender los entresijos de tan peculiar aparato. Con deciros que hasta lo humanizó bautizándole con el nombre de Dexter, un asesino "justiciero" de una conocidísima serie americana que no se caracteriza precisamente por su romanticismo. Tener mucho cuidado con los nombres que les ponéis a las cosas, suelen ser premonitorios...

Así es que los días de Manuela Suspiros transcurrían felices con su "Trastito Lindo", y se lo llevaba a todas partes con orgullo: era lo más pijo y moderno que había tenido en móviles. Pero esa felicidad tenía los días contados.

Un buen día, unos amigos la invitaron a irse de senderismo y pasar un soleado domingo descubriendo los rincones más escondidos y bellos de su Reino, y la idea de salir de paseo le encantó: flores silvestres, pajaritos cantando, riachuelos corriendo... En fin, el paraíso -pensó.

Sin embargo, las previsiones meteorológicas no eran muy halagüeñas, pues se esparaban lluvias y vientos fuertes para el día siguiente. Y como Manuela Suspiros es muy previsora, se llevó su paraguas y su chubasquero ante la posibilidad de que cayeran cuatro gotas. Y lo que empezó siendo un campestre y soleado día de domingo terminó siendo una de las peores tormentas que se recuerdan, el principio de lo que hoy conocemos como "ciclogénesis explosiva" (solo el nombre asusta).

Entre paso y paso, Manuela Suspiros solo recuerda que no veía más allá del que tenía delante: ¡La niebla londinense no era nada al lado de aquella espesura! La lluvia comenzaba a hacer su aparición estrella: en un principio tímidamente, luego se dejó caer en torrente. Aquello parecía el Diluvio Universal (a Manuela Suspiros le hubiese gustado ver a Noé en esas circunstancias, ni animales ni leches, a correr todo Dios). Pero como una campeona, siguió con los demás ante las intempestivas condiciones que (por una vez en su vida) había acertado el "Hombre del Tiempo". También Eolo hizo su pequeña aportación, y sopló tan fuerte como pudo, y no es mentira si les digo que durante la subida de una ladera empinada, Manuela Suspiros estuvo a punto de salir (literalmente) volando por la pendiente. Gracias a que la cogieron por las piernas y los brazos y evitaron tan desastroso final para una princesa de cuento.

Y ahora os preguntaré¡s: ¿pero qué tiene que ver todo esto con el iphone? Pues mucho, pero todo a su debido tiempo.

Manuela Suspiros temía por la vida de su "bebé", así es que lo envolvió en su bufanda y lo metió en su mochila intentando que ni una sola gota de agua pudiera transformarlo en algo desconocido (¿Se acuerdan de lo que les pasaba a los Gremlins cuando entraban en contacto con el agua?). Y después de casi seis horas caminando entre barro, calada hasta los huesos y sin un rayo de Sol que le diera algo de vida, llegó a su Castillo destrozada y con mil agujetas. Solo quería descansar y olvidarse del mundo, le dolían hasta las pestañas. Su cerebro ya no pensaba, solo quería dormir. Exhausta, sacó de la mochila todo lo que olía a barro y agua sucia y lo metió en la lavadora, zapatillas de trekking incluidas.

Se duchó con agua calentita, jabón revitalizador y champú de Lavanda. Y con la toalla aún en la cabeza, fue a ver si tenía algún mensaje en el móvil. Pero cuál fue su sorpresa al no encontrar a Dex en su sitio habitual. De repente, un escalofrío le recorrío el todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, y espeluznada se quedó paralizada del horror. ¡No puede ser, no puede ser! -se dijo así misma. ¡LA LAVADORA NO! -gritó con angustia y media mandíbula desencajada.

Manuela Suspiros paró la lavadora (que llevaba unos diez minutos o más en marcha), y empezó a sacar todo, hasta la bufanda protectora. Metió la mano y allí estaba su móvil, nadando (o más bien dando vueltas) entre aguas turbulentas llenas de barro y piedrecillas. Eso sí, mezclado con el mejor detergente y suavizante con olor a colonia. Y la desesperación se apoderó de Manuela Suspiros.

Hizo mil llamadas, varios intentos de salvarle los circuitos, todo en balde. Las lágrimas querían escaparse de sus ojos, pero su rabia era mayor, y el cansancio la dominaba. ¡Apenas tenía dos meses! No era justo. Y en un rinconcito de su corazón había una pequeña grieta que daba paso a la esperanza: creía que con el tiempo volvería al mundo de los vivos, y chatearía con otros de su especie. Probó todos los métodos que le dijeron para que reviviera. El más curioso e inverosímil de todos fue meterlo en un cuenco de arroz. Sí, han leído bien, y día tras día le cambiaba el arroz (y encima del bueno: el "arroz bomba") esperando que la humedad abandonara su pequeño cuerpecito, pero esas recuperaciones son lentas y dejan graves secuelas tecnológicas. Otros móviles sobreviven, pero no al estar haciendo submarinismo durante más de diez minutos y sin traje de neopreno.

Durante casi un mes todos estuvieron pendientes de la convalecencia de Dexter, pero todos los esfuerzos se vienieron abajo cuando Manuela Suspiros lo enchufó nuevamente a la red eléctrica, y una pequeña explosión casi prende fuego al aparato, y a todo lo que había alrededor. Por eso nunca escojan el nombre de un asesino en serie...

En fin, Dexter no pudo resurgir de sus cenizas, jamás volvió a secarse. Y así fue como se convirtió en uno más de los móviles ahogados de Manuela Suspiros.

Lo curioso de la historia es que Manuela Suspiros estuvo un día entero protegiendo a su querido Dex de aquello que más temía: el agua. Y sin embargo, fue esto lo que lo que acabó con sus días felices.

¿Y no es verdad que a veces tenemos tanto miedo de perder algo, que de tanto protegerlo acabamos provocando su pérdida?

En la actualidad, Manuela Suspiros vive tranquilamente y sin sobresaltos con su nuevo Dex, y no se estresa pensando en lo que le pueda ocurrir, simplemente se deja llevar, se deja fluir. Y sonríe cada vez que ve un vaso de agua cerca...



11 may 2010

MANUELA SUSPIROS Y LOS TELÉFONOS MÓVILES

A Manuela Suspiros le falta el aire cada vez que le nombran un teléfono móvil, ya que ha aprendido las cuatro cosas que no se deben hacer con uno.

La primera: nunca hacer caso a un guardia de seguridad.

Esto sucedió hace unos cuantos años, cuando los móviles empezaban a hacer furor entre la juventud y Manuela Suspiros enloquecía por las nuevas tecnologías. Daba la casualidad, de que iban a grabar en la ciudad uno de los programas con mayor audiencia de la televisión, y por supuesto, Manuela Suspiros no podía perder la oportunidad de codearse con los famosetes de turno. Se integró entre el público y se sentó en unas gradas que habían habilitado para tal evento. Se guardó el móvil en el bolsillo al tiempo que se deleitaba con el programa, deseando que la sacaran en la tele. Y de repente, notó como el móvil volaba desde la altura en la que estaba sentada para aterrizar en el suelo sin romperse. Bajó saltando como pudo los obstáculos que tenía y llegó a su objetivo: un pobre móvil desangelado y abandonado a su suerte. Manuela Suspiros intentaba colarse entre las vallas del graderío para rescatarlo, cuando notó que alguién le agarraba por el hombro y le decía que por ahí no se podía meter. Se dió la vuelta y se encontró a un guardia de seguridad con muy malas pulgas, que le advirtió (o más bien le amenazó) de que si seguía intentando pasar por ahí se vería obligado a detenerla. Manuela Suspiros no podía creer lo que le estaba diciendo, no podía esperar a que terminara el programa, tenía que recuperar su aparatito. "Pero qué se había creído ese gorila calvo de dos metros" -pensó.
Y mientras perdía su valioso tiempo discutiendo con ese ser uniformado, un niño de la calle (por llamarlo así), o un ladronzuelo, se coló entre la valla y ante los incrédulos ojos de nuestra peculiar amiga, se llevó el móvil. Ni guardia de seguridad, ni gritos, ni policía. El granujilla de medio metro se quedó con su preciado móvil mientras corría calle arriba.

Manuela Suspiros quiso matar al que velaba por la seguridad del recinto, pero nada pudo hacer. Fue a buscar a un policía, que tampoco le sirvió de mucha ayuda. Y la impotencia se adueñó de Manuela Suspiros.

La segunda: nunca dejar un vaso de agua cerca.

A Manuela Suspiros le apasiona el baloncesto. En esta ocasión, se desplazó a otra ciudad para ver jugar a su equipo. Era el partido del año, pero en su ciudad, otra historia (en realidad una historia de amor) estaba empezando a nacer, y Manuela Suspiros no podía perdérsela por nada del mundo, así es que a través del móvil le iban informando de cómo se desarrollaban tan románticos acontecimientos. Se compró un vaso de agua que puso a su lado (dar gritos de ánimo te deja sequito), y siguió el transcurso de un inolvidable partido que su equipo estuvo a punto de ganar (de nos ser por los arbitros, un triple en el último segundo le hubiese dado la victoria). Terminado el partido y con la euforia y la emoción de lo que pudo haber sido (y no fue), cogió el móvil para llamar a su amiga y saber cómo iba el romance.
Pero la sorpresa fue grande cuando Manuela Suspiros no encontraba su móvil. Buscó y buscó, hasta que lo encontró. Sí, lo descubrió ahogado en el mismo vaso de agua que ella había puesto una hora antes allí.
El móvil estuvo en coma tres días, y al tercero resucitó (como mandan las Sagradas Escrituras), pero nunca fue el mismo. Eso sí, hoy por hoy todavía funciona, aunque no vamos a decir marca alguna para no hacer publicidad gratuita.

Y sí, aquel amorío llegó a buen puerto. Y la esperanza se adueñó de Manuela Suspiros.

La tercera: nunca tentar a la suerte con un cubo de agua.

A Manuela Suspiros le encanta darse relajantes baños de sal, con la penumbra de unas perfumadas velas y algo de música de sirenas. Pero Manuela Suspiros también es humana y debe hacer sus tareas domésticas (a pesar de ser una princesa). Y en una de estas sesiones, perdió su tercer móvil. Se metió en su bañera de mar, pero dejó un cubo con una fregona fuera, y como no, su teléfono muy muy cerca.
Y cuando más relajada estaba, sonó el móvil. Sí, a nadie se le ocurre llevarse el sonido cuando quieres estar en silencio, pero Manuela Suspiros es así, es única. Sacó una mano para coger la llamada y en lugar de eso le dió un golpe y escuchó un "chof". Efectivamente, una vez más, el móvil aterrizó o más bien amerizó en el cubo de agua con detergente y dispuesto para limpiar el suelo.
En esta ocasión, y ante los desesperantes intentos de salvarlo, no sobrevivió. Eso sí, un aprendizaje sacó Manuela Suspiros de todo esto: jamás abrir el móvil y secarlo con el secador de aire caliente, si lo haces quemas los circuitos y le destrozas las entrañas.
Con mucha suerte se podría salvar con aire frío, sí con mucha suerte. Y la incomprensión se adueñó de Manuela Suspiros.

La cuarta: nunca...

La cuarta y última (y no por ello la menos importante), es algo difícil de creer. Y viendo la tendencia de Manuela Suspiros de remojar sus móviles, es posible que el agua sea también la protagonista. O quizás no. Pero esa es otra historia...

4 may 2010

BIENVENIDO AL MUNDO DE MANUELA SUSPIROS

Manuela Suspiros te da la bienvenida a su pequeño mundo de ilusión y fantasía. Quiere compartir contigo sus anécdotas y peripecias más dispares, ya que Manuela Suspiros se ve envuelta en situaciones increíbles a diario.

Manuela Suspiros vive en la ciudad de los sueños por cumplir, y se pasa la vida suspirando por las pequeñas cosas que le hacen ser un poquito más feliz.

Estaría encantada de que te subieras en su nube (el color lo pones tú) y viajaras junto a ella a ese universo paralelo en el que todo es posible.

Hace años, en el "Instituto de las Hadas que aprendían a volar" le enseñaron que aunque no se tengan alas se puede volar con la imaginación.


Manuela Suspiros espera que no le falte el aire para jugar con las letras y hacer que las palabras bailen al son de una armoniosa melodía que te cautive y te acerque cada día a una realidad en donde el asfalto de tu ciudad pueda ser la cola de un mágico dragón, tus odiosos compañeros de trabajo unos ogros de mocos verdes y el estruendoso despertador matutino sea un suave canto de sirenas.


Manuela Suspiros espera verte aquí, sin olvidar que cada amanecer es un nuevo comienzo, y para ella esto es sólo el principio.