28 ene 2011

MANUELA SUSPIROS Y LOS PIROPOS

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda el último piropo que le dijeron por la calle.

Manuela Suspiros iba por su barrio tan alegremente con su hermana Maquiavela, cuando se les acercó un mendigo de la zona. Ella pensó que les iba a pedir limosna (no es la primera vez que le daba algo al pobre señor), y va el tipo con sus mugrientos harapos y su acento argentino y les dice: “Una rubia y una morena, mumm (este sonido es algo irreproducible), justo lo que me ha recetado el médico”. Ella le correspondió con una sonrisita y “el mendiguín” en cuestión (nuevo término acuñado en el diccionario del Universo Suspiros), les regaló un momento de diversión. Es muy difícil resistirse y no sonreír ante el seductor acento argentino. ¿No creéis?

¿Os acordáis de cuál fue el último piropo que os echaron? Difícil respuesta, ¿eh? Y no me refiero a la frasecilla basta del típico grosero que está colgado de un andamio (con todos mis respectos hacia el mundo obrero), de esos que te sueltan algo como: “¡Guapa! ¡Ya quisiera coger yo una indigestión, por haberte comido entera!"

Me refiero a los bonitos, a los que gustan, a los que te sacan una sonrisa y parece que te elevas del suelo (te suben a una de mis nubes). Esos que después de una loca mañana de trabajo hacen que el gris asfalto se convierta en verde sendero de flores (o de baldosas amarillas). Esos del estilo de: “quisiera ser Sol para alumbrar tu día, y Luna para velar tus sueños”. ¿A qué no sería desagradable escuchar algo así de vez en cuando? Todos los días sería una insufrible rutina.

En otra ocasión, La Suspi iba de regreso a su Castillo después de un diligente día de trabajo, y tras dar un millón de vueltas por el barrio, consiguió aparcar su calesa de color azul. Al lado había un matadillo de la zona, arreglando su destartalada y oxidada moto, más escuálido y escuchimizado que nuestro famoso flaco escudero Don Quijote de La Mancha (no es mentira si les digo que Manuela Suspiros creyó ver molinos de viento detrás de él). Al segundo, escuchó unas palabras ininteligibles, se da la vuelta y le mira: “¿Me decías algo?”
En ese momento el muchacho en su papel de príncipe encantador (o de ingenioso Hidalgo de Castilla) se agacha, y le contesta: “Sí… Se te ha caído este papel.”

Ella crédula y extrañada le contesta: “¿papel? ¿Qué papel? ¿De qué hablas? Debes de estar equivocado, yo no llevo nada, solo las llaves.”

El personajillo, le sonríe a falta de dos o tres dientes (sabe Dios en qué lugar y situación los perdió) y le contesta caballerescamente: “sí, el papel que envuelve ese bombón.”

La Suspiros no se esperaba semejante respuesta, y notó como empezaba a ponerse colorada, tan roja como la camisa que llevaba puesta. Le sonrió (ella con todos sus dientes) y se proponía dar la vuelta, pero ante su escepticismo, y sin perder su valioso tiempo, el galán del barrio la invitó a dar un paseo en su moto por los alrededores. Por supuesto, rechazó con cortesía tan atrevida sugerencia sin dejar de sonreír (otra vez), y con el cuerpo lleno de hormiguitas.

Le alegró el día, y con el paso de los años guarda este episodio de su vida con cierta nostalgia de los buenos piropos. ¿Qué pasaría si nos dijéramos más cosas lindas? Algunos dirán que están pasados de moda, otros que son una horterada y para algunos sería una diversión continua. Y no me refiero solo a los que dicen algunos hombres a bellas damiselas para conquistarlas, sino también al revés. ¿Os imagináis poder decirle algo al “buenorro” de tu vecino sin consecuencias? Uyy, la que se podría liar (he dicho sin consecuencias…).

Hoy mismo Manuela Suspiros vio a un garboso morenazo que le hizo volverse dos veces para contemplar semejante perfección. Tendría que haberle dicho algo como: “¡Qué problemas tendrán en Cielo que hasta los ángeles están bajando!” ¿Creéis que se hubiese enfadado? Puede que sí, o puede que hubiese sido el comienzo de una bonita amistad, o naturalmente le hubiese podido sacar una ligera sonrisa (con lo que cuesta hoy en día sonreír al prójimo).

Otro pintoresco ejemplo para el anecdotario tuvo lugar un día en que estaban la Suspi y Maquievela esperando a su amiga La Glamour, y como esta tardaba, se apoyó en una pared viendo pasar a los hastiados viandantes. Caminando con mucha calma, como si la vida no se le fuera escapar en un soplo de aire libertino del Sur, se les acercó un “abuelete” de unos ochenta años (o más), con el pelo blanquecino de los años, todos los dientes en su sitio y un puro. Ya sabéis lo poco que le gusta a La Suspi el humo de los puros, y de pronto el afable señor sin previo aviso, se para delante de ellas, les echa el humo en la cara y les dice: “¿Por un casual no me estarás esperando a mí?” Manuela Suspiros le contesta negativamente ladeando su cabeza de izquierda a derecha, entre tos y tos intentado despejar su cara ahumada y procurando que no se le escapara una carcajada.

A lo que el gentilhombre responde: “qué pena, para una cosa buena que encuentro y no es para mí”. (Creo que lo de “cosa” no le gustó mucho a nuestra querida amiga).

¿Es o no digno este galanteador de recibir un premio? Aunque sea una farsa, anima el corazón y endulza el alma escuchar cosas así.

En fin, desde estas líneas les animo a dulcificar nuestro gran vocabulario con hermosas palabras, y que nuestros mensajes siempre sean recibidos con una cálida sonrisa y devueltos con un guiño de complicidad ajena.

Bienaventurados los borrachos, porque ellos te verán dos veces…”

“Dime cómo te llamas y te pido a los Reyes”

“¡Oye, nena! ¿Crees en el amor a primera vista, o voy a tener que pasar dos veces?”

“Si las mujeres son como las estrellas, tú eres la Estrella Polar porque eres la más bella…”

“Si mi alma fuera pluma y mi corazón tintero, con la sangre de mis venas escribiría Te Quiero… “

“Si yo fuera aire, me convertiría en nube, para cada noche poder atrapar un suspirito tuyo...mi querida Manuelita…

Ayyy, que a Manuela Suspiros le falta el aire…