A Manuela
Suspiros le falta el aire solo de pensar que quedan pocos días para celebrar la
Navidad.
Manuela
suspiros se agobia al tropezar con tanta gente por las aceras con cara de pocos
amigos. Los coches atascan las ciudades pitando y gritando, intentado hacerse
un hueco en algún centro comercial. Los árboles se recalientan con luces de
colores, y todo se llena de una falsa sensación de júbilo colectivo.
Celebraciones
obligadas con compañeros de trabajo que el resto del año ni te dan los buenos
días. Alegría obligada porque así lo dice el calendario. Compras compulsivas
que estresan al más escéptico. Villancicos cargantes que taladran los oídos de
los que no quieren escuchar. Niños desesperados que tienen de todo y no valoran
nada. Padres angustiados que no saben jugar con sus hijos sin una máquina delante. Dependientas que te acosan para que huelas un perfume que se te queda
pegado en las narices todo el día. Falsos besos que tropiezan en la calle con
un “a ver si nos tomamos un café el próximo año” y viejos conocidos que un día
fueron amigos.
Manuela
Suspiros se llena de desánimo al pensar en la falsedad de estas fiestas que sin
querer hay que celebrar por obligación. Muchas veces nuestra amiga se ha
planteado qué pasaría si no existiera.
¿Os podéis
imaginar un año en el que no hubiese Navidad? Llegaría diciembre, y no habría
vacaciones. Los niños no cantarían villancicos, ni se disfrazarían de
pastorcillos. No habría luces de colores ni adornos en las casas. Nadie
compraría regalos y nadie esperaría nada de nadie, ni siquiera un beso robado. Ningún
“lobo” nos anunciaría el turrón, y ningún familiar lejano vendría a casa con
almendras. Papá Noel no volaría con sus renos para sorprendernos con su magia,
y los Tres Reyes Magos estarían todavía perdidos en el desierto porque la
estrella de la Navidad nunca les llevó hasta el niño Dios. Los polvorones no existirían, y las uvas de la
suerte no se mezclarían con el cava para anunciarnos un nuevo año.
Los
brindis, las fiestas, los bailes, las risas, los buenos deseos, el
compañerismo, la alegría, los regalos, el turrón, los besos, la solidaridad, el
amor, los villancicos, y todo eso que a veces desearíamos que no existiera, nos
dejaría un enorme vacío en nuestros corazones.
En esta
época del año, es posible que puedas tocar con los dedos el alma de los que ya
no están junto a ti. Es posible compartir lo mejor de cada uno y soñar que
vendrán días mejores. Es posible que el amor en todas sus manifestaciones sea
de verdad.
En Navidad, los milagros existen, solo tienes que creer un poquito
en ellos y en ti. Incluso
puedes creer que la vida es un regalo enorme que hay que aprovechar al máximo,
que la satisfacción de desear lo mejor al vecino no se paga con dinero, y que
los buenos sentimientos que se generan alrededor de una mesa llena de delicias
es el espíritu de tu Navidad.
Desde estas
líneas, Manuela Suspiros quiere desearos lo mejor, y aunque a
veces resulte difícil pasar estas fechas, peor sería no tenerlas. Exprimir cada
momento con los que más queráis, comer mucho, beber más, y sobretodo las cosas,
sonreír, pero no solo con los labios, también con el corazón. Reír tanto,
que las carcajadas las puedan escuchar las estrellas, y que las lágrimas sean
solo de felicidad. Manuela Suspiros desea que brindéis hasta romper las copas,
que bailéis hasta el amanecer y que cantéis hasta quedaros sin voz. Y que este
espíritu navideño no solo os invada estos días, sino todo el año.
¡Ay, os
tengo que dejar! Los niños de la lotería de Navidad están empezando a cantar
los números. ¡Mucha suerte a todos! El calvo de la lotería acaba de rozar a
Manuela Suspiros. A ella ya le ha tocado la lotería: la dicha de tenernos a
todos vosotros más allá de las palabras, compartiendo sus peculiares aventuras.
¡Vosotros sois su mejor premio!
¡FELIZ
NAVIDAD!
Y que al
menos este próximo año que ya toca nuestras puertas con fuerza se cumpla por
lo menos alguno de vuestros sueños.