27 nov 2010

MANUELA SUSPIROS Y LA HORA MALDITA

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando se acuerda de la última boda en la que ha estado.

Se casaba una de sus grandes amigas de toda la vida y tras un largo noviazgo, deciden que ya es hora de dar el “sí, quiero “ al compromiso, a la fidelidad y a un amor eterno delante de los suyos, haciendo más público aún un sentimiento que venía fortaleciéndose año tras año (eso sí, por favor, cuando tengan algún conflicto no fotocopien parte de La Biblia como les recomendó el cura y la pongan en la cabecera de la cama) simplemente: besaros, amaros y puntos suspensivos que hay menores delante.

La novia iba muy guapa (y el novio también, que se me pone celosillo), blanca y radiante, y con mucha luz. Tras los anillos, el beso y los votos (¿van en ese orden?), se convirtieron en algo que ya llevaban siendo hace mucho tiempo: dos corazones en uno, ante la atenta mirada de algunos familiares que no pudieron reprimir las lágrimas de emoción contenida. Alguna vez me tendrá que explicar alguien por qué se llora en las bodas: ¿Quizás porque de verdad se emocionan? ¿Tal vez porque no son ellos los que se casan? ¿O porque no saben la que les espera a los nuevos esposos?

A la salida de la Iglesia los pétalos de rosa se mezclaron con el arroz, las risas, el “vivan los novios” y “el que se besen”, y con el himno del equipo de fútbol de la ciudad (compuesto por el ya marido), se fundieron en un batiburrillo de color y alegría.

Después de una larga sesión de fotos, se procedió al cóctel de bienvenida, y alguna que otra sorpresilla enternecedora se hizo la protagonista del evento: el novio le regaló una canción a su amada, una preciosa melodía difícil de olvidar, unas “rutinas sanas” para empezar a compartir un mundo de dos.

Primer plato: vino; segundo plato: vino; postre: más vino y algo de cava. Los novios (ya esposos) deleitan a los invitados con otra romántica canción al piano y más lagrimeo por la sala. A Manuela Suspiros se les pusieron los pelos de punta al escucharlos, y se llenó de sentimentalismo.

Tampoco faltó el ramo de la novia en un conmovedor abrazo con su mejor amiga: esa rubia de gran corazón que siempre ha estado a su lado. Y como no, la boda se convirtió en el musical de Cabaret con plumas de colores y trajes de charlestón para ellas, y sombreros plateados y bastones para ellos. Manuela Suspiros todavía intenta descubrir cómo llegaron a su casa parte de las plumas amarillas de uno de los marabús, aunque no sería la primera vez que llena un salón de plumas rojas (pero esa es otra historia).

Hasta aquí todo bien. La verdad es que sigo sin entender porqué las bodas que empiezan siendo tan modositas, familiares y sosegadas, acaban en un desfase total. La respuesta la encontraremos al final, unas cuantas horas después de que los recién casados abrieran el baile con un precioso toque irlandés.

La mesa de Manuela Suspiros estaba muy animada, y para empezar la invitaron a un Gin Tonic. Los mayores de la fiesta fueron abandonando poco a poco y quedó “la juventud” (por decirlo de alguna manera, ya que le edad media ya ronda los cuarenta, sí, he dicho la media). De repente La Suspiros se queda sola en la mesa mientras otros ya están en la pista de baile como locos bailando “ese toro enamorado de la luna”. Ella piensa: bueno, yo me quedo aquí, me tomo mi copita, hablo un poco y a ver cómo se desarrolla el bodorrio. En cuestión de segundos, su mesa se llenó de chicos (primos, solteros, hermanos, maridos e incluso el novio), alguno ya había perdido la corbata y otros que ya veían doble (o iban ciegos), se pusieron a fumar puros. Hay que decir que Manuela Suspiros es de la Ley Antitabaco, y no entendía qué gracia le veían todos a fumarse un puro (¡Qué asco!). Mientras que su mesa parecía una caseta de los indios americanos fumando la pipa de la paz, todos los allí presentes le decían: “Oye, Suspiros, es que una boda sin un puro no es boda. Ni siquiera nos tragamos el humo, simplemente lo encendemos, y lo volvemos a echar fuera”. Ella les intentaba convencer de lo contrario, pero no hubo manera (la humareda les cegaba el entendimiento).

Al rato de estar allí, la mesa se fue transformando, llegaban unos, se iban otros: no había tiempo para el aburrimiento. Y Manuela Suspiros seguía tan a gusto mientras le traían alguna que otra copita que no se llegó a beber, y ya empezaba a notar que tenía ganas de mover el esqueleto. Minutos antes de eso, un amigo del novio les trajo un mantel para que le escribieran una dedicatoria. Uy, pensó La Suspiros, qué hora será que aquí la gente ya está desvariando y haciendo cosas raras. Pero por supuesto, escribió su dedicatoria (que espera hayan leído), y ojeó alguna sobre la “felicidad” y “estar vivo”.

Pero la clave de la locura fue la siguiente: se acerca el novio con cara de estresado y les dice a los de la mesa: “¡chicos, que la barra se acaba a las nueve y media!”. Fue como un detonador. Todo el mundo salió en estampida hacia la barra pidiendo copas como lunáticos (había Luna Llena, ¿tendría algo que ver?). Manuela Suspiros recuerda vagamente (sí, tiene alguna que otra laguna sobre lo que ocurrió aquella noche) estar en la mini barra y la gente pidiendo de cuatro en cuatro, y colocar las copas en la ventana para seguir bebiendo. Y tiene una imagen difuminada de uno de los amigos del novio con un cubata a cada mano para que no se muriese de sed, la corbata atada en la cabeza y un montón de buenas intenciones para seguir bailando sin perder el equilibrio. Lo que sobrevino a partir de esa hora, es digno de inmortalizar (habrá que sacar del archivo las fotos de esos últimos sesenta minutos), aunque supongo que no será la primera ni la última boda en la que “La Hora Maldita” hizo su aparición estelar.

Manuela Suspiros salió a la pista, es posible que hasta bailara “la conga” y pasara por debajo de un palo siguiendo el ritmo de alguna música latina. De lo que sí se acuerda es de saltar mientras sonaba el “I gotta feeling”, una vez más, en un arranque de alegría colectiva. En esa última hora se vivieron momentos memorables para la historia de la familia y de los amigos. En mala hora La Suspi le dijo al primo de la novia que el vodka revitalizaba las células del organismo (la mitad de los que sobrevivieron tienen sus células multiplicadas por diez durante un año como mínimo). Recomendación: aunque la ginebra y el vodka sean del mismo color, y produzcan un mismo efecto, no mezclarlos, no son compatibles, y las consecuencias pueden ser irreversibles (y no solo para el cerebro).

Se vivieron momentos de “exaltación de la amistad” bastante elevados, amigos de toda la vida que se abrazaban (y hasta aquí puedo escribir). Los tacones provocaron alguna que otra caída libre, bueno, los tacones unido al puntillo feliz. Y menos mal que la piscina del hotel estaba cerrada, ya que alguno se quiso tirar para darse un baño nocturno.

Las únicas que mantenían el tipo fueron la novia y su hermana, y el dantesco espectáculo que tuvieron que ver para que la hermana de la novia dijera: “que se nos escapa de las manos, que se nos escapa”: Mayday, mayday, mayday…”

Manuela Suspiros se hundió en el océano de unos ojos azules que la miraban sin parpadear, entretanto la sala de baile se quedaba vacía y los restos del naufragio eran los únicos testigos de la batalla de abrazos, besos de viejos y nuevos amigos, palabras bonitas y buenos sentimientos de los piratas sin parche que asistieron a la boda.

Según cuenta la leyenda, el novio casi no encuentra la puerta de salida, los músicos abandonaron a escondidas el lugar temiendo que algún rezagado le volviera a pedir otra canción, y varios invitados acabaron la noche en la Suite Nupcial con los desposados, al tiempo que a La Suspi le robaron algún que otro beso.

Dicen que alguien llegó a casa a las diez de la mañana del día siguiente, otros (como La Suspi) a las doce de la noche emulando a Cenicienta, eso sí, no le faltaba ningún zapato, la calabaza se había transformado en un taxi y el príncipe encantado (o encantador) se había esfumado a su castillo. Y tras un recorrido por la ciudad de los sueños por cumplir, consiguió llegar a su casa gracias a que se tropezó con un hada buena que le indicó el camino de cómo llegar (y sin GPS).

Por culpa de la hora maldita, Manuela Suspiros no pudo despedirse como se merece de los novios. Por eso, desde estas líneas, les envía un fuerte abrazo a los dos, allí donde estén, celebrando su dulce Luna de Miel, que espera sea muy empalagosa el resto de su vida en común, y que todos los besos que se regalen mutuamente sepan a almíbar.

Y no se olviden que en todas las bodas planea la sombra de la hora maldita, esa última hora en la que pueden sonar campanas de amor, beberse ríos de pasión y contemplar la luz de luna bajo el manto de un cielo estrellado…

Esa hora en la que todo es posible, y el más increíble de los sueños se puede hacer realidad…

21 oct 2010

MANUELA SUSPIROS Y LA BOLSA VOLADORA DE MIERDA VENECIANA

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda la bolsa voladora de mierda veneciana.

Sí, habéis leído bien. Manuela Suspiros se trajo de Venecia el imborrable recuerdo de una bolsa de mierda, con alas invisibles (o algo parecido, porque no se entiende). Desde que las grandes superficies están prescindiendo de sus servicios y preservar el medio ambiente está de moda, las bolsas de plástico se deben de estar sublevando contra el mundo. Aquí, en voz baja (sin que se me escuche demasiado), creo que están empezando a reivindicar su “no desaparición”.

Ay, atrás quedaron esos días de romanticismo veneciano en los que Manuela Suspiros soñaba con encontrar un gondolero guapo, encantador, morenazo de ojos verdes, y multimillonario para poder salir en esos programas de la tele y parecer una rubia de bote tonta, muy tonta (esto último es broma). Al gondolero lo encontró, era encantador, moreno, de ojos marrones, delgadito y muy hablador. Le contó que para dedicarse al oficio del “jersey a rayas” hay que ser hijo de gondolero, estudiar un año la historia de la ciudad, así como tres idiomas (él sabía español, inglés e italiano, y quizás alguna que otra lengua no hablada), tener don de gentes y que su novia no fuera celosa. De todos es sabido que son unos embaucadores con las turistas y con algún que otro muchacho (porque según me contaron, en Venecia hay mucho hombre gay, pero con lo de que el Vaticano anda cerca, no pueden salir del armario tan alegremente como en otros países).

A Manuela Suspiros le encantó Venecia. Perderse por esas callejuelas entre adoquines y canales, le hacía transportarse a otros tiempos e imaginar las posibles historias que podrían haber sucedido allí. En su retina sigue guardada la luz, y el color del anochecer a su llegada: un anaranjado que se fue convirtiendo en rojo rosado a medida que el Sol se mezclaba con el mar (sin palabras para describir tanta belleza).

Descubrió que Venecia estaba cubierta por una bruma embrujadora, pues cada vez que sacaba una foto, no salía con la nitidez que ella precisaba, siempre aparecía la neblina. De hecho, fue su hermana Maquiavela quien le explicó que en los cuadros de los grandes pintores como Canaletto se ve reflejado ese velo veneciano.

Y la mala fama de que Venecia apesta y está llena de mosquitos, no la vivió Manuela Suspiros. Simplemente se emociona cuando se acuerda de las noches venecianas en las que se oía a lo lejos el canto de los violines procedentes de la Plaza San Marcos, y provocaba que los enamorados se pararan en cualquier esquina y se comieran a besos, con una góndola como único testigo. Cada noche, los músicos del “Café Florian” competían con los de otros cafés para ver cuál de los pianos o violines sonaba mejor, y qué cantante se llevaba la mejor ovación de un público que simplemente deambulaba en una noche veneciana.

Lo peor: el turismo masivo e irrespetuoso. Manuela Suspiros vio peligrar su integridad física en más de alguna ocasión: con algún codazo, tentativas de arrancarle los ojos con un paraguas, algún pisotón e intentos fallidos de tirarla al suelo por sacar fotos al Campanile, de hecho no le faltaron ganas de tirar alguno a un canal solitario con un empujoncito, cometiendo un “extranjericidio” (esperemos que la RAE nunca admita esta palabra). La decepción: el puente de los Suspiros. Ella que pensaba que debía su nombre a algo romántico, como los suspiros de los enamorados cuando añoran a su amor, y sienten que la vida se para si se separan el uno del otro. Pero según cuenta la leyenda, el puente de los Suspiros se construyó para unir el Palacio Ducal con los calabozos, recibiendo su nombre de los lamentos de los presos que se dirigían al Tribunal de la Inquisición (con lo que de romántico, poco). La sorpresa: toparse con un San Antonio escondido en algún puentecillo o a la vuelta de alguna esquina. Por si algún interesado o interesada en edad casadera se quiere acercar por esta bella ciudad y pedirle al Santo un amor duradero, que en los tiempos que corren nunca se sabe (por pedir que no quede). Quizás alguien se haya dejado el corazón en el Puente Rialto, en alguna empedrada calle de San Zaccaria o en alguna tiendita de arte en el Barrio Judío.

¿Y qué hay de la bolsa voladora? Os estaréis preguntando. No me he olvidado. El último día de Manuela Suspiros en Venecia tuvo un capítulo muy surrealista. Se levantó muy tempranito, para desayunar y coger el primer vaporetto de la mañana (Venecia es una ciudad sin coches) e ir al aeropuerto. Tanto madrugó que el desayuno aún no se había despertado, pues al ser domingo, se hacía el remolón. Para hacer tiempo, se fue con su hermana Maquieavela y su amiga La Rizos a dar un paseo por los alrededores del hotel. Al doblar una esquina se encuentran con una imagen digna de una de esas películas de autor francesas: dos niñas adolescentes, de unos doce o trece años, ataviadas con el mismo pijama rosa – fucsia con dibujitos y paseando a un perro. Ambas eran idénticas, con el pelo negro lacio y flequillo recto. Si las hubiesen encontrado en otro contexto, como por ejemplo en el pasillo de un hotel a las doce de la noche y vestidas con un camisón blanco, más de uno se hubiese muerto del susto. Eran las siete de la mañana de un domingo y parecían sacadas de un comic tipo “manga-japonés”. Y encima con un perro negro: ¿pero quién saca al perro de esa manera? Manuela Suspiros ni se atrevió a mirar si tenían ojos en la cara o eran dos zombies. ¡Dios, qué largo se estaba haciendo el camino hacia el desayuno! Y no eran alucinaciones por falta de comida (Manuela Suspiros tenía buenas reservas de pasta al pesto y pizzas varias). Las vieron desaparecer por el lateral de una pequeña plaza.

Pero lo que siguió a continuación fue un auténtico “Expediente X”. En una estrecha callejuela desierta y silenciosa, las tres aventureras se tropiezan con una bolsa blanca que estaba tapando algo. No corría brisa alguna y nada hacía presagiar lo que a continuación sucedió. Manuela Suspiros se agacha para ver que hay debajo (le puede la curiosidad) y observa con estupefacción que aquella bolsa cubría una enorme masa de mierda marrón, y no precisamente en estado sólido. Sí, la bolsa estaba pegada y quieta.

- ¡Qué asco! – Y Manuela Suspiros se llenó de repugnancia.

Maquiavela y La Rizos se acercan. Y sin viento ni ningún elemento meteorológico ni físico capaz de moverlo (no corría nada de aire), la bolsa se despega y se pone a la altura de la cara de Manuela Suspiros a punto de pegársele en la nariz (pudo apreciar su olor). Lo siento por la gente que aún estaba durmiendo, porque los gritos se tuvieron que escuchar en la Plaza San Marcos. Las tres salen corriendo y la bolsa detrás de ellas sobrevolando sus cabezas (como si tuviese alas). Corren despavoridas y consiguen darle esquinazo. Se paran, se miran y sin decir palabra, esperan a que alguna rompa el silencio. Pero no tienen tiempo, la bolsa de mierda consigue doblar la esquina tras ellas, y se mete en su calle persiguiéndolas. Vuelven a correr, y consiguen despistarla. Siguen su camino sin mirar atrás, y deseando que ya haya aterrizado por otro sitio. No volvieron a verla, y el ataque de risa que les entró fue histórico. ¿Se imaginan si la bolsa se hubiese estampado en la cara de Manuela Suspiros?

La verdad es que hay que ser un auténtico puerco para defecar en una ciudad tan agraciada por sus encantos, mejor hubiese echado la boñiga al canal y todos tan felices.

Esta historia desafía a la física: ¿Por qué puede un avión volar? ¿Por qué no se hunde un barco? ¿Por qué puede una bolsa llena de mierda planear sobre las cabezas de tres intrépidas viajeras? ¿Realmente llegó el hombre a La Luna?

Manuela Suspiros se despidió del encanto veneciano y volvió a su Ciudad de los Sueños por cumplir (eso sí, tardó más de quince horas en volver, pero eso es otra historia).

Y nunca podrá olvidar a su “Bolsa Voladora de Mierda Veneciana”, porque como dice la famosa canción de Charles Aznavour: “Qué distinta Venecia si me faltas tú…”.

6 sept 2010

MANUELA SUSPIROS Y UN VAMPIRO BAJO EL SOL


A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda su encontronazo con un siniestro ser venido de las más oscuras tinieblas del inframundo.

Lo que voy a contar aquí puede resultar inverosímil para la mayoría de las personas que viven en este universo, incluso para Manuela Suspiros (a la que siempre le pasan cosas rocambolescas).

Manuela Suspiros iba paseando por la calle bajo un caluroso Sol acechando el mediodía, cuando vio a un hombre de unos treinta años esperando por alguien un una esquina. Era alto, muy delgado, con el pelo castaño claro, y perteneciente a una clase social media – baja. Ni ella misma sabe por qué extraña razón sus ojos se fijaron en el rostro de aquel hombre en el que aparentemente todo era normal. Pero en cuestión de segundos todo cambió. Esa persona, ser, elemento o sabe Dios qué, sonrió a Manuela Suspiros, y nunca jamás en lo que le queda de vida va a poder olvidar esa diabólica sonrisa. Sus dientes frontales eran sumamente pequeños, y a medida que sus labios dejaban ver el resto de su maligna sonrisa, se podía observar que sus colmillos no eran como el del resto de los mortales. Eran largos, muy bien cuidados, y parecían haber salido de una película de vampiros.

La Suspiros se quedó de piedra (y sin aire, por supuesto), y por un instante pensó que la vida le daba vueltas y no podía controlar ni su mente ni su cuerpo, todo giraba a la velocidad de la luz. Según cuentan, los vampiros tienen la cualidad de hipnotizar a sus víctimas y magnetizarlas para que no opongan resistencia alguna, y es posible que por unos segundos cayera bajo su embrujo vampírico.

Cuando recobró la consciencia, intentó calmar los pocos nervios que le quedaban y pensó: “seguro que se trata de una broma o de un programa de cámara oculta”. Pero en su interior sabía lo que había sentido y la perfección de esa endiablada dentadura no podía haber sido hecha en un laboratorio dental.

Esto sucedió hace unos trece años, un número lleno de misterios: para algunos supersticiosos es un número agorero que solo trae desgracias, para otros es mágico (incluso místico) que atrae la buena suerte. ¿Con cuál te quedas tú? Hace trece años no estaban tan de moda las películas edulcoradas sobre vampiros que tienen a los adolescentes de hoy en día locos por la sangre, por semblantes blanquecinos y por peleas con licántropos de pacotilla. Ahora se llevan vampiros que no tienen colmillos, que no se derriten cuando les da el Sol (solo brillan) y encima son buenos y se enamoran. ¡Fuerte patraña! Cuánto daño ha hecho la saga “Crepúsculo” en los corazones de los vampiros de verdad (bueno, si es que puede latir algo en su interior).

Cuanta añoranza en recordar al clásico Conde Drácula con su capa roji-negra, sus ojos ensangrentados, sus largas uñas y como no, unos auténticos colmillos blancos. Todo porte y elegancia, que a pesar de ser una criatura perversa nunca perdía la compostura y su saber estar (todo un noble caballero).

Los auténticos vampiros salen de noche, te leen el pensamiento haciendo que caigas en su satánica fascinación. Les encanta chupar toda la sangre que pueden y son criaturas malévolas. Eso sí, coinciden en una cosa con los de ahora: son inmortales (salvo que les claves una estaca de madera en el corazón que no tienen).

Manuela Suspiros continuó caminando, su corazón estaba aceleradísimo, y solo podía pensar que estaba loca de remate. ¿Un vampiro? ¿Bajo el Sol del mediodía? ¡Imposible! Pero como no puede luchar contra su chismosa naturaleza, giró su cabeza hacia atrás para comprobar si “aquello” seguía allí o se había evaporado y tan solo fuera su imaginación la que le había jugado una mala pasada. Pero no, seguía en pie y también se había dado media vuelta para ver a dónde se dirigía su nuevo entretenimiento: ella. Sus ojos tropezaron, y Manuela Suspiros quedó paralizada y sin poder moverse (y les puedo asegurar que no hubo nada de romanticismo en todo aquello). Él le sonreía con esos colmillos que la hacían estremecer de espanto y de un miedo irracional.

Percibió la sed de esos dientes que tan solo querían hundirse en su angelical cuello, y saciar su ansia de sangre fresca. Pero las únicas marcas que Manuela Suspiros iba a permitir en su cuello iban a ser las de algún amante perdido que le robara beso.

La bestia acarició sus dientes con su lengua hambrienta en un intento de aplacar su apetito de animal salvaje, mientras que Manuela Suspiros conseguía a duras penas escapar de su hechizo y echar a correr. La expresión de “pies para que os quiero” tomó tal relevancia que nunca le estará lo suficientemente agradecida a sus piernas por lo rápido que llegaron a su casa.

Con el alma en vilo (si es que aún le quedaba, y suspirando porque ese depravado espécimen no se la hubiese usurpado) se repetía: “No, no puede ser. Los vampiros no existen, y mucho menos cuando el Sol les está dando en la cara. Y de existir, tendría que haberse desintegrado y convertido en polvo”.

¿Qué hay de cierto en lo de que solo salen de noche, lo de los ajos y los crucifijos? Y si realmente pueden vagar bajo la luz solar, ¿caminarán al lado nuestro y no lo sabemos? Solo espero que nos acechen a la vuelta de la esquina que nunca doblamos.

Manuela Suspiros estuvo noches sin dormir reviviendo la imagen de esos colmillos deseosos de su sangre, con esa maléfica sonrisa y con esa mortecina mirada que era capaz de verle las entrañas. Se despertaba empapada en sudor, comprobando que su cuello seguía intacto cada amanecer.

Han pasado los años, y todavía cree que aquel engendro era un vampiro (¿A que van a tener razón los no muertos modernos?). El Sol no les afecta y pueden estar junto a nosotros en el supermercado o en la mesa de al lado de un restaurante.

Manuela Suspiros es consciente de que esto es difícil de creer, pero no miente cuando dice que aquel día vio un vampiro bajo el Sol y se llenó de un espeluznante pavor.

Dicen que solo dos cosas debes tener en cuenta a la hora de reconocer a un vampiro. Cuando acabes de leer esto puedes ir al lavabo y comprobar si tienes dos puntitos rojos en el cuello, si es que consigues verte reflejado en el espejo…

Y no olvides que cualquiera puede ser uno de ellos, incluso tú.



15 jul 2010

MANUELA SUSPIROS Y LA ROJA

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda la proeza de la selección española de fútbol.

Manuela Suspiros no puede dejar pasar un día más sin expresar lo que siente ante los últimos acontecimientos deportivos. No deja de asombrarse al ver de qué manera el llamado deporte Rey (tan odiado por muchos y adorado por otros) ha conseguido unir a un país, aunque sea por unos días.

Al margen de ideologías políticas, y de gritos independentistas (cada vez más apagados), ha logrado que el país sea uno solo, una única nación y que grite al mismo tiempo la palabra “GOL” (al que se le podrían dar muchos significados). Mañana la realidad le habrá quitado el maquillaje a un sueño convertido en leyenda, pero hoy esa realidad se dibuja con el color de la alegría y el júbilo de todos.

La Roja ha logrado con su hazaña de ganar su primer título mundial, ilusionar a todo un país que se ahoga por momentos y que intenta asomar la cabeza a un mundo mejor y más justo (Manuela Suspiros espera que no tarde mucho en salir del agua). Ha sido capaz de que estemos orgullosos de ondear nuestra bandera por el mundo entero, algo impensable hasta hace un par de años por sus connotaciones políticas.

El domingo 11 de Julio de 2010 el país entero se coloreó de rojo y amarillo, un rojo de pasión y un amarillo por la luz del brillo (a veces cegador) de sus jugadores, ahora héroes. Todos ellos emulando a los antiguos gladiadores romanos o a los caballeros de la Edad Media, agasajados con lo mejor de lo mejor: suculentos banquetes, espectaculares mujeres y veloces carruajes de metal. Todos quieren ser sus amigos, desde reyes a condesas descalzas.

En la memoria colectiva de todos quedarán grabados esos momentos de emoción contenida: las prodigiosas paradas de Casillas, los cabezazos de Pujol con su melena al viento (a pesar de que La Suspiros cortaría de buen agrado), las tremendas patadas de los Holandeses imitando algún capítulo de Kung Fu, las escandalosas e irritantes vuvuzelas, el Waka Waka bailado por la Infanta Elena, el Jabulani saltarín e incontrolabe, y como no el pulpo Paul, que acertó en todas sus predicciones (tranquilos, no me he olvidado de la Carbonero). Y por supuesto, el golazo de Iniesta.

Y no se olvidará por el gol en sí, sino por todo lo que trajo después. Fue una sucesión de emociones positivas: un abrazo con que los que has compartido ese gol, una llamada de teléfono, un beso, un mensaje, fue mejor que fin de año. Todo era algarabía y bullicio, y el entusiasmo generalizado era contagioso. A Manuela Suspiros se le llenó el alma de un sentimiento de orgullo por ser española (que como diría el Rey), la llenaba de satisfacción…

Ganar la Copa hizo feliz a todos los españoles, incluso a los que odian el fútbol. Las calles se llenaron de jolgorio y alborozo (algunos algo pasadillos en copas), y por primera vez los “españolitos” se echaban a la calle para celebrar con una sonrisa algo bueno y legendario. Para cantar: “Yo soy español” y para decirle al mundo entero que “VIVA ESPAÑA”, con “Ñ”.

Madrid se colapsó, se tiñó de rojo y fue la capital de todos los hispano – parlantes, y del mundo entero. Hasta el Empire State Building se iluminó con los colores de una España nueva, rindiendo tributo a la gesta conseguida. Todavía retumban en los oídos de todos el “OLE, OLE y OLE”. Y seguro que más de uno cantó “Asturias, patria querida”.

Nadie podrá olvidar las lágrimas de Casillas, que fueron las lágrimas de todos, demostrando por una vez que no todas las lágrimas son amargas. Y que también se puede llorar de felicidad.

Y qué decir del punto final, la guinda del pastel. Los triunfos se celebran con besos, y el romanticismo tuvo su huequito en el mundial. ¡Gracias Iker, gracias! Por devolverles a las españolas la fe en el hombre romántico, en el caballero al que no se le oxida la armadura, en el Príncipe al que no se le caen los guantes por dar un beso como el que tú le diste a tu Cenicienta. ¡Y es que el español cuando besa, besa de verdad!

¡Albricias, que ha ganado España! Que Manuela Suspiros se va a convertir en la “Suspiros de España” en un arranque de patriotismo futbolero…

Desde la Ciudad de los Sueños por cumplir, Manuela Suspiros quiere agradecer a la Selección los buenos momentos que le han hecho pasar, porque debido a ello, se ha reunido con amigos, se ha reído con los compañeros de trabajo, y ha disfrutado con su familia de momentos inolvidables. ¡Soñar no tiene precio!

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda el beso de Iker a la Carbonero…

1 jun 2010

MANUELA SUSPIROS Y CUATRO MANERAS DE ESPANTAR A UN POSIBLE LIGUE

A Manuela Suspiros le falta el aire de reirse de algunos intentos de acercamiento del denominado "macho alpha". Aquí tenemos cuatro.

La primera de ellas se remonta a unos años atrás.

Manuela Suspiros y su amiga La Glamour se inventaron un gesto al que denominaron "rescate", para cuando no pudieran salir de una situación incómoda con algún maromo intentando dar la brasa. Simplemente con ver a tu amiga hacerlo, se disparan todas las alarmas y debes ir a salvarla de inmediato, no hay excusa.

No vamos a comentar en qué consiste dicho gesto, pues hay chicos leyendo estas líneas y no es cuestión de desvelar el misterio. Bueno, les daremos una pista a los varones, es algo de la cara que se toca con los dedos, y hasta aquí puedo leer. Oye, no os enfadeís, que si lo hacen en el mus y en el póker, por que no nosotras.

Viernes noche, música española, pub de moda y una cervecita. Buen rollito y relax. A Manuela Suspiros y a su amiga La Glamour, se le acercan unos encantadores de serpientes nocturnos. Ya está liada, piensa La Suspiros, pero bueno, vamos a hablar con éste a ver si tiene algo de cerebro tras los músculos. Resultó ser un bombero que no paraba de hablar de sí mismo, y la verdad, de guapo nada. Pero como la belleza está en el interior, algo puede encontrarse. Cinco minutos le sobraron a Manuela Suspiros para darse cuenta que no lo soportaba más. Pero claro, no quería ser maleducada y recurrió a su amiga. Estaba en frente de ella, pero con la mirada perdida (seguramente aturdida por el encantamiento del otro pesado) y no se enteraba de la desesperación de Manuela Suspiros para que la rescatase.

Hasta seis veces hizo la llamada de socorro, y nada. Entonces, el bombero-encantador de serpientes le dice en tono altivo a Manuela Suspiros:
-Oye, ¿estás nerviosa?.
- No, ¿por qué?- se sorprendió ella.
- Es que te he visto hacer un gesto varias veces, y supongo que te pongo nerviosa. Eso solo puede significar dos cosas: o que tienes un tic o la más probable, que te gusto.

Manuela Suspiros se tuvo que tragar la carcajada que estaba a punto de escapársele, ni educación ni ostias, salió pitando de allí.
Su amiga La Glamour estaba en una situación parecida y ni vió la señal de S.O.S. Las dos se partían de risa cuando conseguieron salir del local sin ser vistas.

La segunda sucedió en una discoteca de moda muy fashion.

Lo siento chicos, no insistáis. No puedo hacer público el famoso "gesto de rescate", estaría traicionando a muchas féminas.

En esta ocasión, Manuela Suspiros y su amiga La Glamour fueron a ver cómo era por dentro una de las discotecas más "fashion" del momento, con dos plantas y mucha "gente guapa".

Subieron a la parte de arriba para cotillear todo, pero la verdad, la música era horrible, y la gente muy estirada. Y de repente notan una presencia detrás de ellas, que les toca el hombro para que se den cuenta de su existencia. Ante ellas un hombre, bueno más que hombre era un Hobbit, mucho más bajito que ellas (y desde luego que Manuela Suspiros no se caracteriza por su altura), con camiseta negra, y con la palabra "SELECTED" escrita en ella. Todo músculo concentrado en medio metro que empieza a bailar delante de ellas en un intento de provocar algo de admiración, agitando desesperadamente los brazos para marcar los pectorales. Manuela Suspiros mira para su amiga y mentalmente se dicen la una a la otra: "Este de qué va". Y se dan media vuelta. El Hobbit depilado vuelve a insistir, y le dan la espalda otra vez. No hizo falta señal de rescate, lo miraron de tal forma que se giró sobre sus pies (esta vez cogió la directa) y bailando con disimulo se perdió entre la multitud. ¿Pero quién se pensaba que era? ¿El "ESCOGIDO"? Manuela Suspiros siempre lo recordará como el "CHICO SELECTED". ¿Tendría las orejas puntiagudas y los pies peludos? Mejor ni saberlo...

La tercera sucedió en una boda.

La verdad es que es muy admirable la paciencia de algunos chicos ante los desplantes de las chicas, pero es ley de vida. Y algunos, gracias a esa insistencia, logran su objetivo (claro, que nunca se han encontrado con Manuela Suspiros).

Esto ocurrió en una boda, en la que los amigos del novio venían de Mallorca: ensaimadas, Mediterráneo y el veraneo de la Familia Real. Manuela Suspiros fue sin pareja, y cuando el baile llevaba algo más de una hora, se quería marchar. Le dolían los pies, se había puesto al día de los cotilleos y los novios eran felices, qué más podía esperar. Y cuando estaba a punto de marcharse, fue presa de un soltero de oro mallorquín. Se le acercó un elegante moreno con el pelo repeinado que hacía una pequeña onda hacia arriba a la altura del cuello (Manuela Suspiros huye de este tipo de hombres) y muy educadamente se le presenta con aires de superioridad y con un idioma que no entendía. Y no porque tuviera un acento mallorquín cerrado, sino porque se las daba de muy ilustrado. No tenían nada en común: a él le gustaba la ópera, a ella no. A ella le gustaba el baloncesto, a él no. Eran el día y la noche. Casi todo lo hablaba él, y Manuela Suspiros no sabía como huir de aquella situación. No tenía a su amiga La Glamour para que la salvara a la primera (bueno, conociéndola al séptima) llamada de socorro. Y todas las miradas de la boda se centraban en ellos ante la posibilidad de un nuevo romance. Ay, cuánto daño ha hecho el dicho de que de una boda sale otra boda.

Él pretendía que le enseñara su Reino al día siguiente, ella deseaba que viniese una alfombra voladora y la sacase de allí lo más rápido que pudiera soplar el viento. ¿Pero quién se creía este que era? La verdad, el chico era muy culto y educado hasta perder el sentido, y muy estirado. Pero Manuela Suspiros lo entendió todo cuando le dijo que era "Tenor". La verdad, nunca había ligado con alguien de tan alta alcurnia. Un tenor, y encima presumido. No dejó de hablar de su prodigiosa garganta, y como no podía ser de otra manera fue él quien había cantado en la Iglesia y puesto los pelos de punta más de uno. Bueno, todo hay que decirlo, cantó muy muy bien, e hizo que mucha gente llorara (pero claro, muchos lloran en las bodas).

Manuela Suspiros quería huir, y él insistía en que se quedase.
-¿Quieres una copa? -le decía el tenor.
- Es que no bebo, he traido el coche -intentando escaquearse.
- No te preocupes, dejas el coche, venga que te invito a una copa- insistía.
- Es una boda, las copas son gratis -no se le ocurrió mejor bordería a Manuela Suspiros.
- ¿Un zumito de naranja? - perseveraba estoicamente.
- Es que no me gusta la naranja - sonreía sin saber dónde meterse.
- ¿Un refresco tal vez? Te lo traigo - el tenor se estaba poniendo verde por momentos.
- Es que no bebo refrescos - Manuela Suspiros era consciente de su falta de tacto, pero no lo podía evitar.
- ¿Un agua, tal vez? -fue lo último que dijo.
- Es que no tengo sed.

Manuela Suspiros no se acuerda muy bien como salió de aquella incómoda situación, y a los cinco minutos se fue de la boda con una prima de la novia. Le contó lo que le había sucedido y se partió de risa. Ella había estado dos días ensayando con el estiradillo, ya que era la que tocaba el piano. Y de pedante para arriba, eso sí, buen chaval. Y siempre la interrumpía, y preparaba su garganta cantando: "La Primaveraaa, La Primaveraaa". Y la tenía harta. Menuda "Primavera" le podía haber dado a Manuela Suspiros.

La cuarta sucedió el Día de Canarias.

De verdad chicos, no lo puedo decir. Es una seña que no puede salir a la luz del público masculino.

En esta ocasión, Manuela Suspiros recurrió al "gesto rescate", pero no hizo falta. El individuo en cuestión captó en seguida que sobraba y se marchó.

Manuela Suspiros y su amiga La Glamour andaban por Las Canarias celebrando su gran día. Y todo eran festejos y cánticos populares. Mucha gente iba ataviada con el traje típico de su isla, y la alegría era desbordante (quizás en exceso).

Y como todo eran canciones populares, decidieron irse a un local de moda (ellas siempre están a la última) y cuando llegaron se encontraron con una de las bandas más conocidas del folclore isleño: La Banda de Agaete.

Pero vamos a ver, (pensó La Suspiros), ¿qué hace esta banda en un sitio así? Diez o más intensos minutos escuchando la misma canción. La gente saltaba como loca, y con un entusiamo que daba miedo. Manuela Suspiros quería escuchar a David Guetta, Lady Gaga o Madonna (ella es muy moderna), no a doce señores tocando la trompeta y los tambores.

Mientras duraba la pesadilla, una mezcla de tirolés y canario se les acerca intentando entablar conversación. La Glamour consigue pasar del elemento en cuestión, y entabla conversación con Manuela Suspiros.

-¿No te gusta esto? -se hacía el simpático.
- No, la verdad es que no, me aburre -Manuela Suspiros es antipática, pero sincera.
-¿No eres canaria, verdad? Se nota, porque si no te gustaría esto -hablaban más las copas que llevaba encima.
- No- mientras miraba al que podía ser en un futuro el doble del abuelo de Heidi.
- Seguro que eres del Norte, de Asturias, Santander o Bilbao- la miró con sus cuajados ojos de chicharrero.
- ¿Y? -y no se calla, pensó ella.
- Se te nota, porque eres muy fría.
-Sí, soy fría, ¿pasa algo? - fue lo que acertó a decir.

Mientras su mente le estaba transmitiendo "soy fría, déjame en paz, y vete a cuidar las cabras al monte".

Manuela Suspiros miró a su amiga y bromeó haciéndole el famoso gesto. La Glamour se iba a morir de risa mientras el tirolés daba media vuelta y se marchaba al otro lado. Había cogido la indirecta directa. Y entonces sonó el "I gotta feeling" de Black Eyed Peas, la pesadilla había terminado.

La verdad es que a veces los hombres lo tienen difícil, pero no desisten. Hay que encontrar un equilibrio, y no pasar el límite ni pasarse de listos. Y como son las mujeres las que tienen la última palabra siempre...

Después de esto no vayan a pensar que Manuela Suspiros es un bloque de hielo imposible de romper, si el chico en cuestión vale la pena y sabe derretir el hielo con su fuego, no le hace falta recurrir a ningún método maquiávelico y femenino de rescate. Pero esto es otra historia....




MANUELA SUSPIROS Y COMO LE REVENTARON EL FINAL DE "PERDIDOS"

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando se acuerda del instante en que le reventaron el final de la serie "Perdidos".

Antes de seguir leyendo, si has sido un fanático de "Lost" y no has visto su final, por favor no sigas ojeando estas líneas. Claro que si eres un fiel seguidor es muy probable que no te hayas podido resistir a ver su polémico final. Y si nunca la has visto, te va a dar igual, o incluso te pueden entrar ganas de empezar a verla. El que avisa no es traidor, así es que tú mismo...

Durante casi seis años Manuela Suspiros ha seguido con gran devoción esta curiosa serie que empieza con el accidente aéreo del famoso vuelo 815 de Oceanic Airlines, que se dirigía desde Sidney a Los Angeles y que por motivos aún desconocidos se estrella en una Isla del Pacífico. Y es en este punto en donde comienzan las aventuras (o más bien desventuras) de los supervivientes, que se verán envueltos en misterios inentendibles que jamás se llegarán a revelar. Y es aquí donde el Doctor Shepherd, Sawyer o Kate unirán sus vidas para siempre con sus seguidores (dentro y fuera de la Isla).

Después de una larga y pésima sexta temporada en que los guionistas intentaron alargar lo que ya no tenía sentido, dieron carpetazo final a la serie con un doble capítulo. ¿Qué pasaría con esos personajes a los que tanto cariño tenía Manuela Suspiros después de vivir con ellos tantas peripecias? Habían sido envidiosos de poder, generosos de corazón, egoístas por principios, buenos, malos, en definitiva había sido humanos.

El final llegaba. Intriga y dolor de barriga. La madrugada de un domingo se emitía en Estados Unidos con media hora de diferencia en España, para dar tiempo a poner los subtítulos.

Claro que Manuela Suspiros tenía que ir el lunes a trabajar y no podía llegar ojerosa, el trabajo es lo más importante, y se fue a dormir. Y con la poca paciencia que le caracteriza, esperó a que estuviera en internet y se lo bajó (espero que nadie de la SGAE lea esto, además es una serie extranjera y Manuela Suspiros no piratea absolutamente nada).

Durante un par de días Manuela Suspiros estuvo ciega y sorda, no quería saber nada de la serie para que no le desvelasen el final. Ni vio la tele, ni leyó nada en la red, vamos, que practicamente se convirtió en una autista y le suplicó a su amiga lostie que no le dijera nada de nada.

Tras dos largos días de sufrimiento, consiguió tener un ratito para ella y sus perdidos. Iba a ser la última vez que escuchara a Sawyer decir: "You are a son of a bitch" (solo de pensarlo le entraban escalofríos). Apaga el teléfono fijo, silencia el móvil, una cervecita y unas patatitas para acompañar, el momento perfecto. Mando a distancia y "PLAY".

Pero, no funciona, esto es muy raro. Se ve la imagen y no los subtítulos. Así no se puede ver. ¿Qué diablos pasa?

Estuvo más de dos horas intentando averiguar qué sucedía. Nunca le había pasado eso, nunca, nunca. Y tenía que ser ahora, en el último capítulo de su serie favorita.... ¡¡¡Los puñeteros (admitido por la Real Academia de la Lengua) subtítulos nos se ajustaban a la imagen!!! Al final desistió, y se fue a dormir roja del cabreo que tenía. Lo volvió a intentar, pero al final Manuela Suspiros se llenó de mal humor.

Decidió que lo mejor sería verlo en español y en la cadena oficial al siguiente domingo. Tranquilita y en su sofá de color azul, y en lugar de una cervecita, un licor de mora para acompañar.
¿Aguantaría un par de días más sin escuchar nada sobre el final?
La semana había sido muy dura laboralmente, pues una fuerte tensión planetaria se instaló en el despacho del jefe, y menos cantar "sonrisas y lágrimas" sucedió de todo. Y lo que más le apetecía a Manuela Suspiros era estar en su casita, para recobrar las energías que le habían absorbido, pero tenía que asistir a una cena, un cumpleaños. Así es que se maquilló, se puso mona, se perfumó y salió con la mejor sonrisa que pudo.

La cena transcurría distendida y alegre, hasta que su amiga La Glamour comentó que por fin había visto el final. A lo que rápidamente y sin poder remediarlo, otra amiga (que no veía mucho la serie) suelta por aquella boquita: "Ay, pues yo he oído que se moría el doctor".

En ese momento, Manuela Suspiros sintió como de repente le caía un cubo de hielo encima. La Glamour, intentando remediar el desastre comenta: "Calla, calla, que La Suspiros no ha visto el final". Y le responde: "que sí, que se muere Jack, que lo he oído".

La Hidra de las Siete Cabezas se apoderó de Manuela Suspiros, y a punto estuvo de girar sobre sí misma. No podía ser, Jack no podía morir, Jack era Dios. Y Dios es inmortal. Intentó suspirar todo lo que pudo, pero le faltaba el aire por momentos. Creía que le daba una lipotimia. No daba crédito a lo que acababa de oir.
Pero como todo llega, también llegó el domingo y pudo ver su esperado final. Eso sí, cada vez que veía a Jack pensaba que sería la última vez. Sin embargo, el Doctor Shepherd (que curiosamente significa Pastor en inglés) los guió a todos hasta el final. Fue el primer y último perdido.

Manuela Suspiros disfrutó de su final, no un final de cuento, pero sí un final que la dejó contenta, después de haber estado casi hora y media llorando a moco tendido. Y siempre tendrá en su memoria esa última escena en que...

Era final de la serie para unos y el principio del mito para otros.

Manuela Suspiros simplemente quería hacer un pequeño homenaje a la serie desde su nube de color, y que como bien se dice en ella: "La vida está en la mente, es un punto en la eternidad. No hay principio ni hay fin, lo eterno es el ahora".
























19 may 2010

MANUELA SUSPIROS Y EL CUARTO MANDAMIENTO SOBRE LOS MÓVILES

A Manuela Suspiros le falta el aire cuando recuerda la cuarta cosa que no debes hacer con un móvil.

De sobra es conocido por todos que a Manuela Suspiros le encantan las nuevas tecnologías, y desde que lo vió, se quedó prendada de él. Fue amor a primera vista y desde ese momento, no le quitaba el ojo: pantalla táctil, conexión a internet, aplicaciones varias... Todo un mundo por descubrir. Se enamoró locamente del "Iphone", uno de esos amores que te obnubilan el cerebro y hacen que la vista se nuble, y no tengas ojos para otra cosa. Toda su energía estaba concentrada en aprender su manejo y comprender los entresijos de tan peculiar aparato. Con deciros que hasta lo humanizó bautizándole con el nombre de Dexter, un asesino "justiciero" de una conocidísima serie americana que no se caracteriza precisamente por su romanticismo. Tener mucho cuidado con los nombres que les ponéis a las cosas, suelen ser premonitorios...

Así es que los días de Manuela Suspiros transcurrían felices con su "Trastito Lindo", y se lo llevaba a todas partes con orgullo: era lo más pijo y moderno que había tenido en móviles. Pero esa felicidad tenía los días contados.

Un buen día, unos amigos la invitaron a irse de senderismo y pasar un soleado domingo descubriendo los rincones más escondidos y bellos de su Reino, y la idea de salir de paseo le encantó: flores silvestres, pajaritos cantando, riachuelos corriendo... En fin, el paraíso -pensó.

Sin embargo, las previsiones meteorológicas no eran muy halagüeñas, pues se esparaban lluvias y vientos fuertes para el día siguiente. Y como Manuela Suspiros es muy previsora, se llevó su paraguas y su chubasquero ante la posibilidad de que cayeran cuatro gotas. Y lo que empezó siendo un campestre y soleado día de domingo terminó siendo una de las peores tormentas que se recuerdan, el principio de lo que hoy conocemos como "ciclogénesis explosiva" (solo el nombre asusta).

Entre paso y paso, Manuela Suspiros solo recuerda que no veía más allá del que tenía delante: ¡La niebla londinense no era nada al lado de aquella espesura! La lluvia comenzaba a hacer su aparición estrella: en un principio tímidamente, luego se dejó caer en torrente. Aquello parecía el Diluvio Universal (a Manuela Suspiros le hubiese gustado ver a Noé en esas circunstancias, ni animales ni leches, a correr todo Dios). Pero como una campeona, siguió con los demás ante las intempestivas condiciones que (por una vez en su vida) había acertado el "Hombre del Tiempo". También Eolo hizo su pequeña aportación, y sopló tan fuerte como pudo, y no es mentira si les digo que durante la subida de una ladera empinada, Manuela Suspiros estuvo a punto de salir (literalmente) volando por la pendiente. Gracias a que la cogieron por las piernas y los brazos y evitaron tan desastroso final para una princesa de cuento.

Y ahora os preguntaré¡s: ¿pero qué tiene que ver todo esto con el iphone? Pues mucho, pero todo a su debido tiempo.

Manuela Suspiros temía por la vida de su "bebé", así es que lo envolvió en su bufanda y lo metió en su mochila intentando que ni una sola gota de agua pudiera transformarlo en algo desconocido (¿Se acuerdan de lo que les pasaba a los Gremlins cuando entraban en contacto con el agua?). Y después de casi seis horas caminando entre barro, calada hasta los huesos y sin un rayo de Sol que le diera algo de vida, llegó a su Castillo destrozada y con mil agujetas. Solo quería descansar y olvidarse del mundo, le dolían hasta las pestañas. Su cerebro ya no pensaba, solo quería dormir. Exhausta, sacó de la mochila todo lo que olía a barro y agua sucia y lo metió en la lavadora, zapatillas de trekking incluidas.

Se duchó con agua calentita, jabón revitalizador y champú de Lavanda. Y con la toalla aún en la cabeza, fue a ver si tenía algún mensaje en el móvil. Pero cuál fue su sorpresa al no encontrar a Dex en su sitio habitual. De repente, un escalofrío le recorrío el todo el cuerpo, de la cabeza a los pies, y espeluznada se quedó paralizada del horror. ¡No puede ser, no puede ser! -se dijo así misma. ¡LA LAVADORA NO! -gritó con angustia y media mandíbula desencajada.

Manuela Suspiros paró la lavadora (que llevaba unos diez minutos o más en marcha), y empezó a sacar todo, hasta la bufanda protectora. Metió la mano y allí estaba su móvil, nadando (o más bien dando vueltas) entre aguas turbulentas llenas de barro y piedrecillas. Eso sí, mezclado con el mejor detergente y suavizante con olor a colonia. Y la desesperación se apoderó de Manuela Suspiros.

Hizo mil llamadas, varios intentos de salvarle los circuitos, todo en balde. Las lágrimas querían escaparse de sus ojos, pero su rabia era mayor, y el cansancio la dominaba. ¡Apenas tenía dos meses! No era justo. Y en un rinconcito de su corazón había una pequeña grieta que daba paso a la esperanza: creía que con el tiempo volvería al mundo de los vivos, y chatearía con otros de su especie. Probó todos los métodos que le dijeron para que reviviera. El más curioso e inverosímil de todos fue meterlo en un cuenco de arroz. Sí, han leído bien, y día tras día le cambiaba el arroz (y encima del bueno: el "arroz bomba") esperando que la humedad abandonara su pequeño cuerpecito, pero esas recuperaciones son lentas y dejan graves secuelas tecnológicas. Otros móviles sobreviven, pero no al estar haciendo submarinismo durante más de diez minutos y sin traje de neopreno.

Durante casi un mes todos estuvieron pendientes de la convalecencia de Dexter, pero todos los esfuerzos se vienieron abajo cuando Manuela Suspiros lo enchufó nuevamente a la red eléctrica, y una pequeña explosión casi prende fuego al aparato, y a todo lo que había alrededor. Por eso nunca escojan el nombre de un asesino en serie...

En fin, Dexter no pudo resurgir de sus cenizas, jamás volvió a secarse. Y así fue como se convirtió en uno más de los móviles ahogados de Manuela Suspiros.

Lo curioso de la historia es que Manuela Suspiros estuvo un día entero protegiendo a su querido Dex de aquello que más temía: el agua. Y sin embargo, fue esto lo que lo que acabó con sus días felices.

¿Y no es verdad que a veces tenemos tanto miedo de perder algo, que de tanto protegerlo acabamos provocando su pérdida?

En la actualidad, Manuela Suspiros vive tranquilamente y sin sobresaltos con su nuevo Dex, y no se estresa pensando en lo que le pueda ocurrir, simplemente se deja llevar, se deja fluir. Y sonríe cada vez que ve un vaso de agua cerca...



11 may 2010

MANUELA SUSPIROS Y LOS TELÉFONOS MÓVILES

A Manuela Suspiros le falta el aire cada vez que le nombran un teléfono móvil, ya que ha aprendido las cuatro cosas que no se deben hacer con uno.

La primera: nunca hacer caso a un guardia de seguridad.

Esto sucedió hace unos cuantos años, cuando los móviles empezaban a hacer furor entre la juventud y Manuela Suspiros enloquecía por las nuevas tecnologías. Daba la casualidad, de que iban a grabar en la ciudad uno de los programas con mayor audiencia de la televisión, y por supuesto, Manuela Suspiros no podía perder la oportunidad de codearse con los famosetes de turno. Se integró entre el público y se sentó en unas gradas que habían habilitado para tal evento. Se guardó el móvil en el bolsillo al tiempo que se deleitaba con el programa, deseando que la sacaran en la tele. Y de repente, notó como el móvil volaba desde la altura en la que estaba sentada para aterrizar en el suelo sin romperse. Bajó saltando como pudo los obstáculos que tenía y llegó a su objetivo: un pobre móvil desangelado y abandonado a su suerte. Manuela Suspiros intentaba colarse entre las vallas del graderío para rescatarlo, cuando notó que alguién le agarraba por el hombro y le decía que por ahí no se podía meter. Se dió la vuelta y se encontró a un guardia de seguridad con muy malas pulgas, que le advirtió (o más bien le amenazó) de que si seguía intentando pasar por ahí se vería obligado a detenerla. Manuela Suspiros no podía creer lo que le estaba diciendo, no podía esperar a que terminara el programa, tenía que recuperar su aparatito. "Pero qué se había creído ese gorila calvo de dos metros" -pensó.
Y mientras perdía su valioso tiempo discutiendo con ese ser uniformado, un niño de la calle (por llamarlo así), o un ladronzuelo, se coló entre la valla y ante los incrédulos ojos de nuestra peculiar amiga, se llevó el móvil. Ni guardia de seguridad, ni gritos, ni policía. El granujilla de medio metro se quedó con su preciado móvil mientras corría calle arriba.

Manuela Suspiros quiso matar al que velaba por la seguridad del recinto, pero nada pudo hacer. Fue a buscar a un policía, que tampoco le sirvió de mucha ayuda. Y la impotencia se adueñó de Manuela Suspiros.

La segunda: nunca dejar un vaso de agua cerca.

A Manuela Suspiros le apasiona el baloncesto. En esta ocasión, se desplazó a otra ciudad para ver jugar a su equipo. Era el partido del año, pero en su ciudad, otra historia (en realidad una historia de amor) estaba empezando a nacer, y Manuela Suspiros no podía perdérsela por nada del mundo, así es que a través del móvil le iban informando de cómo se desarrollaban tan románticos acontecimientos. Se compró un vaso de agua que puso a su lado (dar gritos de ánimo te deja sequito), y siguió el transcurso de un inolvidable partido que su equipo estuvo a punto de ganar (de nos ser por los arbitros, un triple en el último segundo le hubiese dado la victoria). Terminado el partido y con la euforia y la emoción de lo que pudo haber sido (y no fue), cogió el móvil para llamar a su amiga y saber cómo iba el romance.
Pero la sorpresa fue grande cuando Manuela Suspiros no encontraba su móvil. Buscó y buscó, hasta que lo encontró. Sí, lo descubrió ahogado en el mismo vaso de agua que ella había puesto una hora antes allí.
El móvil estuvo en coma tres días, y al tercero resucitó (como mandan las Sagradas Escrituras), pero nunca fue el mismo. Eso sí, hoy por hoy todavía funciona, aunque no vamos a decir marca alguna para no hacer publicidad gratuita.

Y sí, aquel amorío llegó a buen puerto. Y la esperanza se adueñó de Manuela Suspiros.

La tercera: nunca tentar a la suerte con un cubo de agua.

A Manuela Suspiros le encanta darse relajantes baños de sal, con la penumbra de unas perfumadas velas y algo de música de sirenas. Pero Manuela Suspiros también es humana y debe hacer sus tareas domésticas (a pesar de ser una princesa). Y en una de estas sesiones, perdió su tercer móvil. Se metió en su bañera de mar, pero dejó un cubo con una fregona fuera, y como no, su teléfono muy muy cerca.
Y cuando más relajada estaba, sonó el móvil. Sí, a nadie se le ocurre llevarse el sonido cuando quieres estar en silencio, pero Manuela Suspiros es así, es única. Sacó una mano para coger la llamada y en lugar de eso le dió un golpe y escuchó un "chof". Efectivamente, una vez más, el móvil aterrizó o más bien amerizó en el cubo de agua con detergente y dispuesto para limpiar el suelo.
En esta ocasión, y ante los desesperantes intentos de salvarlo, no sobrevivió. Eso sí, un aprendizaje sacó Manuela Suspiros de todo esto: jamás abrir el móvil y secarlo con el secador de aire caliente, si lo haces quemas los circuitos y le destrozas las entrañas.
Con mucha suerte se podría salvar con aire frío, sí con mucha suerte. Y la incomprensión se adueñó de Manuela Suspiros.

La cuarta: nunca...

La cuarta y última (y no por ello la menos importante), es algo difícil de creer. Y viendo la tendencia de Manuela Suspiros de remojar sus móviles, es posible que el agua sea también la protagonista. O quizás no. Pero esa es otra historia...

4 may 2010

BIENVENIDO AL MUNDO DE MANUELA SUSPIROS

Manuela Suspiros te da la bienvenida a su pequeño mundo de ilusión y fantasía. Quiere compartir contigo sus anécdotas y peripecias más dispares, ya que Manuela Suspiros se ve envuelta en situaciones increíbles a diario.

Manuela Suspiros vive en la ciudad de los sueños por cumplir, y se pasa la vida suspirando por las pequeñas cosas que le hacen ser un poquito más feliz.

Estaría encantada de que te subieras en su nube (el color lo pones tú) y viajaras junto a ella a ese universo paralelo en el que todo es posible.

Hace años, en el "Instituto de las Hadas que aprendían a volar" le enseñaron que aunque no se tengan alas se puede volar con la imaginación.


Manuela Suspiros espera que no le falte el aire para jugar con las letras y hacer que las palabras bailen al son de una armoniosa melodía que te cautive y te acerque cada día a una realidad en donde el asfalto de tu ciudad pueda ser la cola de un mágico dragón, tus odiosos compañeros de trabajo unos ogros de mocos verdes y el estruendoso despertador matutino sea un suave canto de sirenas.


Manuela Suspiros espera verte aquí, sin olvidar que cada amanecer es un nuevo comienzo, y para ella esto es sólo el principio.