A Manuela
Suspiros le falta el aire cuando se acuerda del momentazo vivido hace tres días
en las fiestas de su barrio.
Fue
invitada a ver la elección de la Reina Infantil, con niños correteando, padres
desquiciados y orgullosos abuelos.
En el instante
álgido del espectáculo, justo cuando la nieta de alguien era coronada Reina de
las fiestas, el público entró en éxtasis, y no mariano precisamente. Entre
aplausos, gritos, vítores y risas, se mezclaba un anciano algo contentillo por
los efluvios de su vino de cartón, o tal vez no. Con la euforia y la alegría
desatada, empezaron a lanzar flores, y besos. La euforia colectiva se había descontrolado...
Ante la
atenta mirada de unos pocos, el viejecito se llevó las manos a su rodilla,
desabrochándose el pantalón a la altura de una de ellas. Manuela Suspiros fue testigo
de cómo el octogenario señor se quitó su pierna ortopédica. El tiempo se
detuvo, se ralentizó y vio como una pierna de plástico (que bien podía haber
sido la pata de palo de algún corsario), sobrevoló las cabezas de los que
permanecían sentados, dando vueltas hasta llegar al escenario. El presentador,
incrédulo, cogió la pierna diciendo: “me han lanzado muchas cosas a lo largo de
mi vida profesional: flores, caramelos, tomates, alguna braga, pero una pierna
de plástico, ¡jamás!
Una lluvia
de risas y carcajadas se apoderó de todos los presentes, incluso del viejo, que
cojeando intentó subirse al escenario para recuperar su pierna perdida.
Este
señor sin pierna bien merecía un sonoro aplauso. Si no me creen, a día de hoy, todo un barrio
en fiestas aún no se ha podido quitar la sonrisa de sus labios debido a este
ocurrente abuelito.
¡Así es el
barrio de La Suspi! Que anda como loca preguntándose si el pirata patapalo
volverá a ser protagonista de las fiestas…
El Capitán Sparragau - Cortesía de El Taller de La Ratita Presumida