Manuela Suspiros caminaba entre la multitud sin rumbo fijo y con el corazón helado. La gente se empujaba corriendo entre los semáforos para no perder ni un segundo más, y continuar con las horribles y tediosas compras navideñas: sí, esos regalos por obligación, ese gastar por gastar, ese compromiso sin sentido. Deambulaba triste y sin ilusión, había perdido las ganas de celebrar la Navidad. De golpe y porrazo se había bajado de cada una de las nubes de colores en las que había vivido: la nube verdosa de la esperanza en un mundo mejor, la nube roja del amor y la pasión, la nube amarilla de la verdadera amistad, y en definitiva, las nubes de toda su existencia. Se sentía muy sola y desdichada, y no se atrevía a contarle a nadie lo que le pasaba, porque ni ella misma sabía muy bien qué le carcomía por dentro, pues ya no sonreía, era como si alguien le hubiese robado el alma (aparte del aire). Lo tenía todo y no tenía nada. Había dejado de soñar despierta y por la noche ya casi ni soñaba. Todo era gris, negro, gris, y otra vez ausencia de color. Ya no cantaba, ya no bailaba, ya no reía, y ya no se emocionaba con nada.
No entendía por qué la gente se saludaba con falsas sonrisas cuando el resto del año, ni se acuerdan de ti. Anidaba en ella el presentimiento de que nadie creía a nadie, nadie confiaba en nadie, nadie hacía o daba amor a nadie sin perder algo por el camino, sin perderse asimismo. Había dejado de creer en todo y el espíritu de la Navidad era algo que solo se veía en algunas pelis como “Qué bello es vivir”. Quizás, simplemente se había hecho mayor. O a lo mejor el “Grinch” le había robado la navidad. ¡Quién sabe!
"Vengo de un Reino muy muy lejano, cuyo nombre ni podrás pronunciar. Aquí te dejo estos frutos para que los saborees lentamente y puedas mirar dentro de ti, solo así tu alegría podrás reparar y tu ilusión podrás recuperar. Solo una cosa has de hacer: debes compartirlo. De no ser así, en una malvada y amargada arpía te convertirás, y nadie contigo querrá estar jamás. Y quedarás condenada a que cada Nochebuena te salga una verruga del tamaño de un arándano por todo lo que no has dado. Cree en ti, cree en los demás. Y nunca olvides que los mejores regalos salen del corazón. Y aunque tus manos estén vacías, están llenas de ti.”
“¡Paparruchas!”- Pensó nuestra amiga. Pero enseguida se fue a por una cucharilla para probar aquellos frutos tan raros. Al abrir el bote, solo el olor que desprendían le hicieron sentir bien, y en el momento en que chocaron con su paladar una explosión de sabores, olores y colores la transportaron a otros tiempos felices. Todos sus sentidos se activaron y fue trasladada a otra época. Recordó al instante la emoción de esperar la llegada de aquel regordete vestido de rojo que nunca se olvidaba de su regalo. Tras la copiosa cena y nunca después de las doce de la noche, su hermana Maquiavela la llevaba al cuarto de baño para lavarse las manos. Y era justo en ese instante cuando Papá Noel timbraba a la puerta y dejaba algo. La pequeña Suspi se ponía tan nerviosa que daba saltos de júbilo y quería echarse a correr para verle, pero Maquiavela la frenaba y le decía: “No puedes ir a saludarle, si le vieras, se iría. No olvides que es mágico y tiene que seguir llevando juguetes a otros lugares.” Pero era casi imposible retenerla. Salía corriendo en su busca, pero se marchaba antes de que llegase a verlo, obsequiándola con algún inconfundible presente y dejando la puerta abierta. Y por supuesto un mensaje: “que se portara bien todo el año, y estudiara mucho e hiciera caso a los mayores”. Qué educado era que invariablemente llamaba antes de entrar… – cavilaba Manuelita Suspiros. Y volvió a recordar que Santa Claus, Papa Noel, San Nicolás o como quieran llamarlo, viajaba en un trineo mágico llevado por renos voladores y en esa maravillosa y sorprendente noche era Rudolph el que iluminaba el camino con su nariz roja y brillante para que a ningún niño le faltara su juguete y a ningún adulto la inocencia.
Y Manuela Suspiros se llenó nuevamente de ilusión y de alegría, quería seguir sintiéndose tan viva que se tomó otra cucharadita de aquel manjar tan revitalizador. Y se vio de niña, la tarde previa a la llegada de los Magos de Oriente. Le encantaba ir a la cabalgata y se desesperaba por ver a Baltasar (que nunca entendía por qué iba el último), y escuchaba canciones, y recogía caramelos, y bailaba, cantaba, reía y se emocionaba. Por la noche, se acostaba muy tempranito y estaba atenta a cualquier ruido en el silencio de la noche para ver si los descubría entrando por la ventana. No sin antes dejarles tres vasos de vino dulce, unas galletas y algo de agua y lechuga para los camellos (aunque le extrañaba que los camellos comieran lechuga). Le advertían que si percibía algún sonido ni se levantase, porque se podrían marchar dejando solo un saquito de carbón. Se hacía tan largo el amanecer, pero al final salía el Sol. El desayuno eran un montón de regalos de todos los tamaños, y tres vasos vacíos encima de la mesa. La vida era alegría y despreocupación, ya que los Reyes Magos y sus ayudantes trabajaban todo el año en la Fábrica de los Sueños para que a nadie le faltase el suyo. La Supi volvió a soñar despierta.
Fue a por una tercera cucharadita, se sentía tan llena de vida que quería detener el tiempo. Pero rápidamente se dio cuenta de lo que estaba aconteciendo: no quería convertirse en una bruja verrugosa al siguiente año. ¿Qué podía hacer ella para compartir algo tan extraordinario con los demás? Maquiavela, que también los había probado (y llegó a pensar que eran alucinógenos), le propuso que juntas elaboraran una riquísima tarta de queso con un toque muy especial.
Esas navidades fueron únicas y amenas en su Reino. ¿A qué supo la Navidad aquel año? ¿A mazapán? ¿A almendras? ¿A turrón? No, aquellas navidades supieron a Arándanos Mágicos.
La tarde previa al día de la llegada de sus Majestades, mientras todos los niños saludaban a los camellos y gritaban como locos en la Cabalgata Real, Manuela Suspiros y Maquiavela prepararon la tarta de queso y arándanos más sabrosa y dulce de la región. Contaron con la ayuda de una ratita viajera que estaba de paso, de dos loros parlanchines que amenizaban con sus melodías (eso sí, aprovechaban cualquier despiste para pillar algún arándano); y dos sabias perritas, una pelirroja con olor a miel y otra de color melocotón que parecía una ovejita, ambas bailaban alrededor contoneando sus caderas. El pastel se hizo con sobredosis de risas y con mucho amor.
El día de Reyes el viento sopló y sopló y la tarta de arándanos mágicos comenzó a girar y girar y a hacerse cada vez más grande, convirtiéndose en un tornado alado de color dorado amarillento mezclado con el lila.
Manuela Suspiros volvió a divertirse en Navidad, esa época en que se intensifican las emociones y en la que todo puede suceder. Eso sí, le gustaría ver como lo que popularmente se llama “Espíritu Navideño” se mantuviera durante todo el año.
Y si por Navidad el turrón vuelve, el champán nos empapa y los polvorones se nos atragantan, La Suspi desearía que sigamos dando sin esperar, porque cuando se da en su forma más pura, no se espera nada a cambio.
Qué regonito Suspi! ojalá todos comamos aunque sea un arandano mágico!
ResponderEliminarCon mis mejores arandanodeseos, FELIZ NAVIDAD!!
Gemma
por favor ,qve lleguen a todo el mundo.yo se lo que es "odiar"la navidad,pero ya nunca mas..y me pondre un traje bonito y hare galletas y regalaré abrazos de navidad. La vida es corta,celebremos cada oportunidad q nos de. Gracias Suspi.
ResponderEliminarde una de las vecinas distanciadas, las distancias las marca el ser humano a veces más de las reales.si tienes más tarta de esa mándame un tupperware con un gran trozo para ver si yo tb le encuentro sentido a este mundo que con 37 años en vez de encontrarlo lo pierdo cada vez más. En fin a vivir hoy lo mejor que podamos que mañana no sabemos. Muy bonito y besitos!!!
ResponderEliminarLINDO!!!
ResponderEliminarAparece en ese bote de arándanos la fábrica de envasado?? Me gustaría encargar un par de botes o muuuchos, muuuuchos para regalarlos estas Navidades, por supuesto yo me quedaría con alguno...
Gracias por este regalo Manu, me he hinchado a llorar pero me ha hecho revivir muchas cosas, ahora tendré que trabajar otras muchas...
FELIZ AÑO BISIESTO
La mamá de tu niña prefe...
Cuando todavía creía en las Navidades, había una canción que decía "Navidad es todo el año..." (o así debería ser) por eso Manu o "Suspi" me perdonarás por leer esta entrada ahora. En todo caso a mi también me encanta "Cuento de Navidad" y porque estoy harto de escuchar palabras como ¡Crisis!, ¡Recortes!,etc. desearía contestar a todos los "Meerkozys" de este mundo: ¡Paparruchas! y soñar con arándanos mágicos, incluso en estos momentos.
ResponderEliminarAntonio